Adopciones

Pastora: crónica de una recuperación y un volver a nacer

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Esta es la historia de cómo una perrita de la calle se ganó un lugar en nuestros corazones (y en nuestro hogar).

Esta mañana la Pastora me destrozó un zapato, uno de mis favoritos para esta época del año. A su historial de maldad también hay que agregar varias prendas de ropa, calcetines, el brazo de un sillón, una de sus camas, algunas plantas, una cuenta de la luz, una revista de la Carretera Austral y las pantuflas de la casa; de hecho, por este motivo se ganó el apodo de “Pastufla”. Esto puede ser considerado normal para una cachorra, el problema es que la Pasto no lo es; de hecho ya tiene dos años según los veterinarios de Huellitas de Can. Su comportamiento juvenil y despreocupado se justifica porque por primera vez en su vida, la Pastora está feliz y se divierte, ya que tiene una casa donde puede llevar a cabo sus maldades.

La encontramos llorando en la vereda e interpretamos sus gemidos como una petición de ayuda. No podía caminar bien, cojeaba visiblemente de una de sus patas traseras, así que la tomé en brazos y la llevamos a la clínica veterinaria. Pensé que me iba a morder pero en vez de eso, se dejó tomar tranquilamente y apoyó su cabeza en mi hombro. Sufría una grave desnutrición, tanto así que podía sentir sus huesos y creí que en cualquier momento se podía fracturar. Aún lloraba pero al menos ya no estaba sola.

En la clínica nos confirmaron que había sufrido un fuerte golpe en su pierna, probablemente a causa de un atropello. Llevaba varios días en esa condición y ya ni siquiera podía conseguir comida, por lo mismo, al no recibir la cantidad suficiente de calorías, su cuerpo se estaba consumiendo a sí mismo. Si seguía sola en la calle iba a morir en pocos días.

La idea siempre fue lograr que se recuperara y luego darla en adopción. Sin embargo, en una de las visitas a control, vimos cómo se lanzaba desesperada sobre una bolsa de basura que había en la calle; ahí supimos que teníamos que adoptarla. El proceso de recuperación ha sido largo y trabajoso, pero ha valido la pena. Al principio ella lloraba mucho y se asustaba por cualquier cosa, se hacía notorio que, además de los físicos, arrastraba varios traumas psicológicos. Pero el calor de hogar, la compañía, la alimentación constante y los cuidados veterinarios han podido más y hoy la Pastora es una perrita nueva, totalmente distinta a la que encontramos llorando de dolor en la vereda.

No está sola además, ya que se ha adaptado muy bien a la Lila, la Amy, la Filo y el Alquinta, nuestros otros perros. Juntos pasan todo el día jugando y saltando, algo que hace poco tiempo parecía improbable. También nos acompañan a ver series. Así, la Pastora se convirtió en una más del grupo y está feliz, y eso lo hace notar cada vez que nos mira y mueve la cola. También cuando sale corriendo luego de haberse robado un calcetín la muy desgraciada. Aunque después de todo lo que ha tenido que pasar, puede robarse lo que quiera.

Felipe Sossa

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