Mestizos Magazine

Camila Santa Ana y Palooza ''Adoptar un perro viejo es darle sus últimos mejores años"

Camila Santa Ana |

Hacerse cargo de un perro senior no es una decisión fácil y ocurre pocas veces. La publicista y colaboradora de la Fundacion Julieta lo hizo, cuando en 2017 adoptó a una hembra de 13 años, quien se sumó a su familia perruna, integrada por Pascua y Chusca. Ésta es su historia.

Por Jessica Celis Aburto. Fotos Gonzalo Muñoz. Maquillaje: Mackarenna Claro.

El amor que Camila Santa Ana (32) siente por los perros, lo conocimos en esta misma revista hace 3 años, cuando presentó a Pascua (3), la perrita que encontró en la calle un 24 de diciembre de 2014.

Han pasado casi 4 años, y su familia perruna se agrandó: tiempo después adoptó a Chusca (6) y el año pasado a Palooza, una perrita de –hoy- 14 años, que encontró mientras trabajaba tomando fotos en Lollapalooza.

“Estaba al lado de un local de hamburguesas cuando la vi, tan chiquitita como desvalida. La gente le daba hamburguesas para comer. Cuando veo perros así me pongo a llorar, no puedo controlarlo y me descompuse. Llamé a mi veterinaria para ver si la podía ver, porque al tener dos perras sanas no podía meter a una tercera así como así. Me dijo que se la lleve antes de las 7 de la tarde. Ese día, además de trabajar, quería ver a The Weeknd, que cantaba más tarde, pero no lo pensé. Mi amor por ella fue más grande. Un hombre me ayudó y me la llevó a un punto de salida del parque, mientras yo terminaba mi trabajo. La tomé y partimos a la veterinaria”, recuerda.

Para su sorpresa, Palooza tenía chip, así que buscó a su dueño. “No tenía: era una perrita de la Municipalidad de Santiago que se llamaba Chica y la habían esterilizado. Por eso supe que tenía 13 años”, cuenta.

Tras permanecer unos días internada en la veterinaria, la fue a buscar, y confiesa que nunca le había dolido tanto la guata, porque pensaba: “¿Cómo la voy a entrenar? Las otras se portan súper bien y ella con los años quizás no va a entender las reglas nuevas. Pero la vi, la tomé, la besé y me di cuenta que la quería conmigo”.

¿Cómo es Palooza?

No tiene dientes, ronca, tiene las patas chuecas ¡Es exquisita! (risas). Está bien para su edad aunque tiene cataratas, problemas al corazón y a los huesos. Eso es normal para su edad. Lo único que quiero es que viva todo lo que pueda, y bien, que lo pase increíble y coma lo que quiera, siempre entendiendo que le doy una dieta balanceada. También le doy sus remedios para los huesitos. La miro y le digo: “Cuando te mueras, te mueres en tu cojín, porque yo me muero si tengo que hacerte ‘dormir’. Por favor no me hagas pasar por eso”.

¿Cómo fue la llegada a tu departamento?

La Pascua, que es muy fina y muy pituca, me miró con cara: “¿Qué es esto que me traes ahora?”. Cuando traje a la Chusca tampoco le gustó, pero en la casa la que manda soy yo. Puse en el suelo a la Palooza, miré a las otras dos y les dije: “Llegó una hermana-abuela y van vivir las tres ahora, así que se van a portar bien. Ahí la Pascua se acercó, la olió y listo. La Palooza olió los cojines que habían, eligió uno y ahí se quedó para siempre. Es su lugar. Se mueve entre los cojines, parece una planta (risas).

¿Fue difícil que se adaptara a su nueva vida?

Yo le hablo a mis perras y te juro que me entienden. Le dije a la Palooza que si no se hacía pipí adentro de la casa, se quedaba, sino, se iba. Hice la prueba. Fui al departamento de una amiga y me despedí como siempre, diciéndoles a las 3 que iba a salir pero que volvería, que se porten bien. Al llegar las saqué. Aprendió ese día y jamás se ha hecho adentro.

¿Cómo ha sido la convivencia entre ellas?

Nunca se han peleado. La única vez que Pascua le mostró dientes, le pegué en el trasero y la encerré en el baño como castigo. Nunca más lo hizo. Pascua y Chusca duermen en mi cama. La Palooza no, siempre está en su cojín, y ahí duerme. Le gusta su tranquilidad. Ella es la abuela del grupo pero te mueres como corre cuando salimos al patio. Tiene mucha energía, jugamos con una pelota, y sube las 3 escaleras del departamento sin problema.

Me imagino que tienes cuidados especiales con ella...

La comida es para todas igual, de la mejor, salvo para la Pascua que tengo que darle una alimentación especial por su piel sensible. Comen en la mañana y en la noche. Los huesitos también son igual para las 3. A ella le doy su pastilla para los huesos, que es lo que el veterinario me recomendó.

¿Cambió la rutina con su llegada?

La Palooza no llegó a cambiar nada. Entiendo a la gente que se complica por asumir la responsabilidad de tener un perro, pero yo, con tres, hago mi vida normal. Antes de irme a trabajar, las bajo al patio 5 minutos. No es mucho tiempo, pero con eso es suficiente para dejarlas bien durante el día. Ya en la noche las vuelvo a sacar.

¿Y cómo lo haces cuando sales de viaje?

Dejo a una dogsitter que duerme en mi cama con ellas todas las noches. Tengo un tema con los hoteles y no pueden dormir solas.

¿Qué le dirías a las personas que quieren pero no se atreven a adoptar a un perro senior?

Adoptar a un perro viejo es darle sus últimos mejores años. Es triste porque no sabes cuánto va a durar, pero yo miro a la Palooza y la veo feliz, moviendo su cola. Con eso me siento ultra pagada. No puedo pedirle más al mundo y sé que voy a llorar mucho cuando se muera, que será horrible, pero saber que ella ya no vive en el parque O’ Higgins ni come hamburguesas, me pone demasiado feliz.

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