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La historia de Pablo González: Maya casi perdió a su humano

Historia COVID 800 |

Esta historia es un caso real ocurrido en nuestro país, el protagonista es el periodista Pablo González Amado, 40 años, quien padeció COVID-19... Su experiencia es narrada por Maya, su compañera y perrihija, como el describe, de 8 años...

“Érase una vez un padre de dos hijos. El menor era Gaspar, un niño de 6 años, y la mayor era Maya, una quiltra boxeriana de 8 añitos. El distanciamiento social les afectó a ambos de distinta forma: mientras Gaspar dejó de ver a sus amigos, Maya vivió días mucho más felices que los cotidianos, pues su papá estaba todo el día con ella en casa.

Gaspar sabía los riesgos de dicha enfermedad. Le hablaban para que se cuidase de un virus con riesgo mortal, mientras seguramente Maya estaba al lado moviendo la cola sin prestar mucha atención. Gaspar conoció y odió las mascarillas, mientras Maya se divertía jugando y corriendo con ella y disfrutaba tratando de desenmascarillarlo. El mundo al revés.

Pero un día todo cambió: por suerte, Gaspar estaba con su madre y no tuvo riesgos de contagio, mientras Maya vio como un día, las ganas de correr se tradujeron en un último esfuerzo hacia la calle, pues su papá se iba a urgencias en una ambulancia. ¿La complicación? Coronavirus.

Así, la amada perrita se fue a casa de sus abuelos. Allá hay más amigos perrunos y unos papis amantes de los peludos. Maya estaba allí, echada y siempre pidiendo cariño. Aunque no hablaba, su carita comunicaba una pena gigante.

Gaspar fue masticando la pena de a poco, enterándose de la evolución de su padre, que estuvo diez días entubado y al borde de la muerte, pero Maya no dejaba de pedir cariño. Cuando las cosas mejoraron, Gaspar habló con su padre por videollamada y cada día estuvo más tranquilo. ¿Y Maya? Por más que le contaban mientras la llenaban de mimos, sólo pedía más y más cariño.

Tras casi un mes -y cuando llegó el día del alta- su papá lo primero que hizo fue ir a ver a sus padres y a su perrita. No podía caminar sin ayuda, así es que entró a casa y se sentó en el sillón. Allá llegó Maya, corriendo y sucedió algo inesperado. Su papi no sabía que los perros podían abrazar, pero ella lanzó sus patas delanteras y sus 40 kilos encima de él. Mientras papá lloraba de emoción y sentía que perdía el aire, era lloraba de manera distinta a cualquier dolor físico.

Su llanto fue algo del alma y el abrazo desnudó la conclusión que sacó Maya en un mes sin su padre: pensó que jamás lo volvería a ver, y ese llanto era de emoción, pues había entendido que se había muerto. Ella no tuvo videollamadas, no puso atención a los diálogos y pensó lo peor. Papá estuvo media hora con ella y sus padres, siempre pegada a quien más amaba. Él se despedía, pero igual ella no podía parar de mover la cola.

Ya no siguen separados, jamás volvió a a pedir cariño con esos ojitos de pena.

Esta es mi historia, pero decidí escribirla en tercera persona, pues también puede ser la tuya. Cuídate y cuida a los tuyos, a todos, sobre todo a los hijos. A algunos se les puede preparar para el proceso y a otros les llega de golpe. Nadie merece sufrir tanto y, si existe algo bueno en esta terrible pandemia, es la bella opción de pasar más tiempo con los que amamos. No lo desaprovechemos”, Pablo González Amado.

Los hechos

Pablo apoyaba las ollas comunes de personas de escasos recursos de la municipalidad donde trabaja, es probable que durante ese periodo haya contraído el virus...y si bien es joven y no tenía patalogías pre existentes, lo más probable es que el sobrepeso haya sido el causante de la gravedad a la que llegó.

-28 de junio primeros síntomas: dolor de cabeza intenso.

-1 julio examen PCR.

-3 de Julio resultado de PCR Positivo.

-10 de julio: internado fiebre sobre 41.

-4 de agosto alta médica.

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