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Los mascoteros ¿Sentimos más compasión por animales que por personas?

marcos díaz videla |

Sentir más empatía y preferir que se salve un perrito en una película antes que un personaje humano, es absolutamente normal.

Por Marcos Díaz Videla, doctor en psicología, autor del libro "Antrozoología y la relación humano-perro".

En Febrero de 2015, una fundación británica de lucha contra un tipo grave de distrofia muscular realizó una campaña para recolectar dinero. Esta tenía dos versiones casi idénticas. Ambas contenían el texto “¿Donarías £5 para salvar a Harrison de una muerte lenta y dolorosa?”. Una de las versiones estaba ilustrada con una foto de Harrison, un niño de 8 años diagnosticado con esa enfermedad. La otra estaba acompañada de una foto de un perro. ¿Qué sucedió? La segunda versión obtuvo el doble visitas que la primera.

Pensemos una situación más cotidiana para todos. Por ejemplo, cuando estamos viendo una película de terror, donde hay un asesino serial al acecho de una chica acompañada de su perro. Las personas pareciéramos preocuparnos más porque ese animal se salve que porque los personajes humanos se salven. ¿Por qué sucede esto?

Los seres humanos tenemos una capacidad llamada empatía, que nos permite percibir lo que otros sienten y preocuparnos por ellos. Sería ponernos en su lugar, y podemos aplicar esta capacidad tanto a otros humanos como a animales. Claramente, no todos los animales nos generan el mismo grado de empatía: un mono o un delfín nos generan más empatía que un cocodrilo. En parte esto se debe a qué tan parecidos nos sintamos con ese animal.

Otro factor que influye es si tenemos o hemos tenido un vínculo afectivo con esa especie animal. Por eso, es común que sintamos más empatía con perros y gatos que con otros animales.

Pero hay otro factor que parece ser más determinante que la semejanza biológica y la experiencia vincular con la especie. Esto quedó evidenciado en una investigación, que midió la intensidad de la respuesta emocional de un grupo de personas luego de leer una noticia de un periódico local. La misma indicaba:

“La semana pasada, investigadores de la policía registraron un total de 11 ataques solo a los residentes del extremo sur de Boston. De acuerdo a testigos presenciales, un ataque particularmente atroz involucró a un cachorro de un año que fue golpeado con un bate de baseball por un agresor desconocido. Llegando a la escena minutos más tarde del ataque, un oficial de policía encontró a la víctima con una pierna quebrada, múltiples laceraciones e inconsciente. Ningún arresto se llevó a cabo.”

Convengamos en que la noticia era un poco perturbadora. Ahora bien, a cada participante se le daba una de las 4 versiones existentes de esta noticia, en las cuales solo se alteraba la víctima: un cachorro de un año, un perro de 6 años, un niño de un año o un adulto de 30 años. Quien más compasión generaba era el bebé humano, seguido casi sin diferencias por el cachorro, y luego muy de cerca por el perro adulto; el humano adulto quedaba en cuarto lugar, pero bastante más lejos.

Esto sucede porque más allá del parecido y la experiencia con esa especie, nos genera empatía la vulnerabilidad, es decir, qué tan indefensa consideremos a la víctima. Esto no quiere decir que nos preocupemos más por los animales que por los humanos, sino que nos conmueven más las víctimas cuanto más inocentes e indefensas son.

Así, sentir más empatía y preferir que se salve un perrito en una película antes que un personaje humano, es absolutamente normal, seas o no mascotero.

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