entrevista Agosto 2021 # 89 Todo parecía ir de maravillas hasta que comenzaron a crecer más de lo esperado (son medianos) y su comportamiento daba cuenta de su carácter y gran energía. “Se empezaron a comer mi departamento. Nunca los dejé encerrados, tenían libertad para moverse salvo para entrar a mi pieza. Un día llegué y no podía entrar porque habían corrido el sofá hasta la puerta. En otro me encontré con que se habían comido los cojines y en otro el papel mural.Y así una tras otras. Igual me di un margen para que pasara eso porque eran cachorros y no me podía enojar con ellos si asumí el compromiso de criarlos y tenerlos. Siete meses después su conducta no cambió y todo se hizo más complejo. Fue ahí cuando me di cuenta que ya no era el lugar donde podía y quería vivir con ellos, por lo que decidí poner a la venta mi departamento para comprar un terreno y construir mi casa, donde ellos puedan tener su espacio”, agrega. ¿Quieres decir que gracias a ellos tomaste la decisión de cambiar tu departamento por una casa fuera de Santiago? Sí. Tenía dos opciones: irme del departamento con ellos a otro lugar o renunciar a ellos. Y como siempre tuve la certeza de que quería estar con ellos, tuve que buscar una solución mientras no venda mi departamento y logre concretar lo de la nueva casa. Al principio, una ex pareja me los cuidó en su casa en Calera de Tango, hasta que empezaron a dejar la embarrada y tuve que sacarlos. Ahí los llevé a un hotel pero me salía muy caro, hasta que un día, en un acto de desesperación, publiqué en Facebook que necesitaba algún dato donde poder tenerlos por este tiempo y que no sea muy caro. Fue ahí cuando apareció Marcela, quien vive en Curacaví en una parcela enorme. Ella se ofreció a tenerlos y ahí están hace 4 meses, mientras tanto sigo tratando de vender el departamento porque ya tengo visto un terreno en esa misma zona. El tema es que la pandemia lo ha hecho más difícil. ¿Cómo es la relación actual con ellos? Voy a verlos cada vez que puedo porque los extraño y siempre tengo miedo de que me olviden, pero ¡Cero! Me ven y se me tiran encima, se desesperan. La Aura parece conejo saltando. Imagínate que antes estábamos todo el día juntos porque además coincidió con las cuarentenas. Fueron 8 meses muy intensos de convivencia. Ellos me salvaron de la pandemia y cambiaron mi vida”. Nunca antes había asumido la responsabilidad de hacerme cargo de un animal de compañía. Los y las que conocí de cerca fueron parte de mi familia Ried Olivero. Ahora soy “padre”.