Mestizos Magazine

Veré a mi perro envejecer& y no él a mí

marcos 800 |

Seremos testigos del declinar físico y mental de estos animales, y llegará el momento en que deberemos enfrentar su pérdida.

Por Marcos Díaz Videla. Doctor en psicología, docente en Universidad de las Flores en Buenos Aires, autor de “Antrozoología y el vínculo humano y perro”. Semanas atrás se viralizó la app de envejecimiento facial. Arrastrado por su masividad, también caí en la curiosidad de probarla. Y desde ese momento, no dejé de pensar en algo: la vejez suele ser temida, no sólo porque se asocia con el final de la vida, sino con deterioro. Pero esto no fue lo que me conmovió. El reconocimiento facial sólo aplicaba a humanos, de modo que me pude ver anciano junto a mis perras, las que conservaban su aspecto actual. Entonces, recordé la frase: “Veré a mi perro crecer tanto que le veré envejecer, y no él a mí como lo haría un hijo”. Esa aplicación me estaba confrontando con una realidad que todos los custodios de perros y gatos sabemos desde el mismo momento en que decidimos adoptarlos: hay una cuenta regresiva que comienza a correr. Seremos testigos del declinar físico y mental de estos animales, y llegará el momento en que deberemos enfrentar su pérdida. Y este es el mejor panorama al que podemos aspirar. Los primeros años parecen una tregua, pero sin darnos cuenta, nuestros perros cumplen seis años. Y ahí es cuando empezamos a notar algunos cambios que se van acentuando gradualmente: les salen canas, pierden brillo en los ojos, se vuelven más perezosos, torpes, tranquilos, débiles y vulnerables. Esto puede hacer que se frustren y tiendan a quedar aislados. Más adelante, inclusive, comenzará a notarse lentamente la pérdida de la capacidad auditiva y visual, lo cual también puede limitarlo un poco. Todos los custodios procuramos que nuestros animales no sufran, pero antes de angustiarnos por su envejecimiento, tenemos que recordar dos cosas: (1) el hecho de que nuestros lleguen a viejitos al lado nuestro es el mejor panorama al que podemos aspirar, y (2) ¡vejez no es sinónimo de enfermedad, tristeza y soledad! La vejez es una etapa de la vida que puede ser tan feliz como las demás! Así, la convivencia con un animal mayor, en sí misma, es igual de satisfactoria que con uno joven. Considernado el bagaje de nuestra historia compartida, nuestro vínculo afectivo es más sólido, así como el conocimiento mutuo y la complicidad. Un perro puede perder sus sentidos, pero jamás perderá el amor hacia nosotros. Claro que su ritmo se vuelve más lento y empiezan a requerir ayudas para subirse al auto, al sillón o subir las escaleras. De este modo, podemos hacer algunas adaptaciones domésticas para favorecer que mantengan su autonomía, y también, adaptaciones en las rutinas. Esto no implica que el animal pierda lugar en nuestras vidas, sino que el mismo se vea transformando. De modo que el tiempo y el amor compartido pueden permanecer intactos. Hay muchas variables que influyen en el envejecimiento de nuestros perros. Los más grandes suelen envejecer antes que los más pequeños. Si tuvo una buena calidad de vida y evitamos que surjan complicaciones de salud, pueden vivir felices alrededor de 16 años. En cualquier caso, la cantidad de vida no es tan importante como la calidad. Así que los custodios no deberíamos preocuparnos tanto por cuánto vivirán nuestros animales, sino por qué tan bien viven nuestros animales. Las pautas de cuidado más recomendadas incluyen controles veterinarios regulares (manteniendo el calendario de vacunas y desparasitación); alimentación sana (con comida más blanda y evitando la obesidad); cuidar su salud dental (evitando infecciones); ejercicio moderado y procurar no exponerlos a temperaturas extremas. Todo esto no es tan distinto a lo que deberíamos hacer en las demás etapas. Y una cosa más: tenemos que dedicarle tiempo para que juegue, pasee y ofrecerle mucho afecto y apoyo. Creo que como sociedad estamos cambiando nuestra manera de pensar la vejez, tanto animal como humana. En definitiva, el envejecimiento empieza con la concepción y termina con la muerte. Es decir, ¡uno envejece desde que nace! Y si bien sabemos que llegará el día en que nuestros animales tendrán que partir (así como también nosotros), la muerte no puede arrebatar una vida plena y feliz. Y cuando llegue el final, asegurémonos –siempre– de ser agradecidos por lo que pudimos tener, por el tiempo que sea que lo hayamos tenido.

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