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Santuario Clafira: El hogar de más de 150 animales rescatados

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En el recinto, ubicado en Limache, viven animales de 15 especies diferentes, quienes han sido víctimas del abandono y explotados por los humanos. En este lugar encuentran un hogar donde son rehabilitados y respetados. Conversamos con Carla Correa, su fundadora, quien nos cuenta cómo nació este santuario, historias de sus habitantes y cómo podemos ayudarlos.

En el recinto, ubicado en Limache, viven animales de 15 especies diferentes, quienes han sido víctimas del abandono y explotados por los humanos. En este lugar encuentran un hogar donde son rehabilitados y respetados. Conversamos con Carla Correa, su fundadora, quien nos cuenta cómo nació este santuario, historias de sus habitantes y cómo podemos ayudarlos.

Fuimos a Limache, Región de Valparaíso, a conocer el Santuario Clafira. En el lugar nos recibe Carla, Gabriel y sus hijos Edward y Lisa, porque esta parcela de 9 hectáreas no sólo es el hogar de caballos, vacas, cerdos, burros, toros, perros y patos, entre otros, sino que el de su fundadora, y juntos forman una gran familia de más de 150 integrantes. Ellos los cuidan y rehabilitan física y emocionalmente tras sobrevivir al maltrato. Carla Correa, Fundadora Santuario Clafira, menciona que sólo tenía tres años cuando hizo su primer rescate, “iba con mi hermano en bicicleta cuando vimos una perrita chica llena de pulgas y garrapatas. La agarramos y la llevamos a nuestra casa, pero no teníamos patio y mi papá nos dijo que no podíamos tenerla porque no tenía espacio. Mi mamá tenía un negocio por lo que había muchas cajas de cartón con las que le hicimos una casita para que durmiera. Mi papá la fue a ver en la noche, le dio tanta pena que la entró, siempre he dicho que fue su mejor o peor decisión (ríe) porque animal que encontraba lo llevaba a la casa”.

Nace el Santuario

Durante su adolescencia Carla se dedicó a rescatar perros y gatos, recuerda con orgullo que el año 2010 formó la organización “Chipote Ayuda” con la que logró esterilizar alrededor de 400 animales. Asegura que la creación del Santuario se dio, no fue planificado, ya que el año 2012 necesitaba un lugar donde albergar a los animales mientras les conseguía un hogar definitivo. “Mi papá arrendó esta parcela y nos cedió terreno para tener a los animales, en eso estábamos cuando hubo un incendio en Viña, donde encontramos un pato con una patita fracturada y lo rescatamos, después rescatamos otras aves: gallinas, más patos, una gansa que llegó volando. Luego fueron llegando más animales hasta que adoptamos a Wilfredo”.

¿Quién es Wilfredo?


Wilfredo es el primer cerdo que recibimos en el santuario, tenía un mes y medio, era chiquitito. Saltó de un camión, algo que es frecuente en el traslado de animales, y los chicos de Elige Veganismo -una organización de activismo vegano- estaban investigando lo que sucedía en Freirina, vieron que se cayó y con mucha dificultad lograron rescatarlo. Llegó a generar un cambio, una transformación de vida en nosotros porque empezamos a ver el resto de las especies como un ser sintiente, ver cómo compartían, interactuaban. Falleció hace dos años, y para mí tiene un trasfondo grande, porque estaba embarazada, faltaba como un mes para que naciera mi hijo y Wilfredo era regalón, rico, había que hacerlo dormir en un colchón rascándole la guatita, no se quedaba dormido solo, despertaba en la noche y me iba a despertar para que lo hiciera dormir. Había un grado de complicidad importante.
Luego llegó la Pancha, la Carla. “La idea fue albergar animales que no tuvieran la misma oportunidad que un perro o un gato, a los cuales no se les puede buscar un hogar porque existe el riesgo que se los coman. En ese entonces, no tenía idea de lo que era un santuario para mí era como una granja. Empecé a investigar y vimos que nosotros estábamos más bajo los lineamientos de un santuario y fue así como nació el Santuario Clafira”.

Una nueva oportunidad


La finalidad del santuario es brindarle un hogar seguro y de por vida, a sus habitantes. Viven en este espacio hasta que fallecen por causas naturales o alguna enfermedad. “Acá les entregamos la mayor libertad posible bajo protección. Por lo mismo el santuario es tan grande, contamos con nueve hectáreas para que los animales puedan realizar lo que deseen, que jueguen entre ellos, corran, se peleen, se enojen, que puedan desarrollar sus personalidades tal cual como tenemos la oportunidad de hacerlo los humanos”, dice Carla.

¿De dónde vienen los animales?

Llegan desde distintos lugares, de personas que quisieron salvar algún animal porque lo estaban vendiendo, otras veces son animales que se cayeron de algún camión cuando iban siendo trasladados a un matadero o a engorda, algunos que quedaron huérfanos o que estaban abandonados en la calle. Vacas o caballos que atropellaron por la tenencia irresponsable de parte de sus dueños, también de incendios. En algunas ocasiones tienen la suerte de poder rescatar alguno que se va a ir a matadero, pero hay pocas posibilidades porque la industria arrasa con todo, hasta los animales que son más inservibles para ellos los ocupan, por último, para hacer hamburguesas, nuggets, lo que sea, no les dan muchas chances de ser salvados.

¿En qué condiciones los reciben?


Los animales que llegan al santuario muchas veces vienen sumamente traumatizados por el humano. Siempre digo que hacemos un trabajo de rehabilitación físico, psicológico y emocional, estas dos últimas son las que más perduran en el tiempo. Lo físico se puede sanar, el dolor, los tratamos con médicos veterinarios, ejercicios o curaciones, según corresponda. Pero, lo otro implica un trabajo de años y le entregamos todo lo posible para que puedan volver a confiar en los humanos. Les damos total libertad, ellos pueden explorar de forma tranquila sin tener un humano todo el día cerca, porque nos ven cuando les damos comida, pero no estamos todo el rato encima porque el espacio no es reducido. Muchas veces la rehabilitación psicológica y emocional no depende sólo de nosotros, sino también del trabajo del resto del grupo, de la especie o del resto de los habitantes. Entre ellos brindan un espacio acogedor como familia para el nuevo habitante que viene llegando.

¿Qué te han enseñado los animales?

Muchísimo. Compañerismo, lealtad, empatía, mucha empatía entre ellos mismos. Si un animal llega lesionado, ver cómo tratan de ayudarse, de generar familia, ese lazo que para mí es súper importante, ver cómo lo demuestran entre ellos. Se entregan, tienen ese lazo familiar, aunque no haya un lazo de sangre. Ver cómo se protegen unos a otros, cómo puede no existir el rencor, a pesar de todo el daño que les hemos hecho como humanos. Son animales que han podido perdonar y dar otra oportunidad a la especie que les ha hecho tanto daño, porque aquí hay animales que han sufrido un maltrato grave, como la Pancha que recibió un machetazo en la cabeza y así y todo pudo volver a confiar.

Tomaron una opción de vida como familia al vivir con ellos
Cuando decides tener un refugio, al menos de este tipo de especies, que son un riesgo, ya que son consideradas como comida no puedes no vivir en el lugar. Deberías tener personas externas que trabajaran y vivieran acá, pero eso encarecería y no es factible, y que esas personas estuvieran dispuestas a defenderlos si es que quisieran robárselos para comerlos. Podrían venir, por ejemplo, cuatreros y tienes que estar dispuesto a enfrentarte a ellos, disparar si es necesario, nos hemos puesto en la situación y no nos quedaríamos quietos para que se los roben, tenemos que defender su vida porque son nuestra familia. Uno pondría de todo para poder defenderlos, porque son parte importante de nuestra vida, son casi 10 años que llevamos en esto, es imposible decir “desapareció”, “se lo robaron” o “murieron y punto”, esto va mucho más allá, finaliza.

HISTORIAS DE LOS ANIMALES

Pancha

Pancha

“Recuerdo la desesperación y el dolor que me atormentó por mucho tiempo. Me encontraron vagando por los cerros de Valparaíso con un hachazo en la cabeza. Me costaba ver por la sangre y no dejaba que nadie se acercara a mí. Los humanos que me rescataron me permitieron cambiar mi vida. Cada día intentaban recuperar mi confianza, me daban zanahorias para que me acercara y no mordiera a todo el mundo. Logré dejar el pasado atrás, aprendí a vivir con mis cicatrices y me integré a una familia que entendió mi dolor”.
Javiera “Tenía un mes de vida cuando me perdí de mi mamá y unos perros me atacaron. Fui llevada a un refugio para que pudieran salvarme. Sanaron mis heridas y me cuidaron muy bien, me daban leche en mamadera, ya que aún era una bebé. Fui creciendo y jugando junto a otras cerditas. Han pasado casi 5 años, y sé que gracias al esfuerzo de mi familia hoy puedo contar mi historia”.

Wila Wila y Libertad

Wila Wila y Libertad

Wila Wila: “Nací en los cerros de Limache. Nos cuidaban muy mal y nos alimentaban pobremente para el consumo humano. Me embaracé y sabía que mi bebé tendría el mismo destino que yo. Un día me asusté y traspasé una malla. No sabía cómo salir y la familia decidió adoptarme, sabiendo que llegarían mis dueños a reclamarme. Cuando lo hicieron, mis nuevos tutores compraron mi libertad y me quedé viviendo en el refugio. A los meses nació mi bebé. Ahora estamos protegidas de cualquiera que quiera dañarnos. Mi hija llamada Libertad y ambas sabemos que llegar aquí era lo que necesitábamos para vivir”.

Libertad: “Estando en el vientre de mi mamá sentía lo mal que lo pasaba. No la alimentaban ni tenía agua. Yo crecía muy poco y ella sabía que tenía que buscar un lugar seguro.

Un día escuché un golpe y la sentí agitada. Luego comenzamos a estar saludables, ella recibía mucha alfalfa que se transformaba en nutrientes para mí. Finalmente nací y conocí el lugar que mi mamá había conseguido para nosotras. Las personas que nos adoptaron la llamaban Wila Wila, y la felicitaban por haber tenido una vaca tan linda como yo.”

Javiera

Javiera

“Tenía un mes de vida cuando me perdí de mi mamá y unos perros me atacaron. Fui llevada a un refugio para que pudieran salvarme. Sanaron mis heridas y me cuidaron muy bien, me daban leche en mamadera ya que aún era una bebé.

Fui creciendo y jugando junto a otras cerditas. Han pasado casi 5 años, y sé que gracias al esfuerzo de mi familia hoy puedo contar mi historia.”

Cómo ayudar

Puedes comprar en el “Emporio Clafira”, que es la tienda solidaria del santuario, cuenta con sucursales en Quilpué y Quillota.

También puedes ayudar comprando rifas, apoyando campañas, asistiendo a eventos -cuando se puedan retomar- como la “Fonda Clafira”, “VeganTattoo”, también a las jornadas de puertas abiertas. Apadrinando o amadrinando a alguno de los habitantes o aportar económicamente a la cuenta del Santuario (Datos transferencia: Fundación Santuario Clafira, RUT: 65.143.995-7, Cuenta Corriente Banco de Chile N°1490800180, correo [email protected]).


Puedes seguirlos en @santuarioclafira : https://www.instagram.com/santuarioclafira/

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