Perros y Gatos

Si el perro no ladra... puedes relajarte

Es claro que el oído de los perros es particularmente sensible y puede captar sonidos sobre todo agudos inaudibles para nosotros.

Perro, Pixabay
Perro / FUENTE: Pixabay

Sucedió un sábado alrededor de las 22:15 horas. Yo estaba trabajando en la PC sobre la mesa del living cuando mis dos perras corrieron hasta la puerta de la cocina y comenzaron a ladrar muy nerviosas. Segundos después, el cielorraso de mi cocina se vino abajo.

Ninguno resultó herido e, incluso, yo lo tomé con mucho humor. De modo que rápidamente hice un posteo en Instagram contando lo que había pasado, y recibí muchos comentarios de personas que narraban situaciones similares. Estas implicaban eventos naturales como tormentas y terremotos, pero también peligros domésticos como principios de incendios y fugas de gas.

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Me resultó muy curioso que todas las personas destacábamos que en esas situaciones el ladrido de nuestros perros era llamativamente singular, de modo que no pasaba inadvertido. Para todos nosotros era evidente que nuestros perros habían dado avisos sobre un peligro antes de que nosotros pudiéramos percibirlo.

Es claro que el oído de los perros es particularmente sensible y puede captar sonidos —sobre todo agudos— inaudibles para nosotros. Se cree que mientras nuestra capacidad auditiva va de 16 a 20.000 Hertz, la del perro oscila entre los 70 y los 100.000 Hertz. Por eso, es posible que ellas escucharan el techo quebrarse y yo no. Pero, además, el sentido principal que guía el mundo de los perros es el olfato, el cual es entre 1.000 y 10.000.000 de veces más sensible y discriminativo que el nuestro. Así, es posible que hayan olido el polvo del yeso apenas comenzó a desprenderse. Unos 10 segundos después, el piso estaba lleno de escombros y el aire lleno de polvo.

Estas advertencias de nuestros perros tienen una utilidad práctica evidente, en tanto pueden ayudarnos a anticipar una catástrofe y evitarla, o quizás ponernos a salvo. Pero hay otro beneficio que derivamos de estas advertencias o, mejor dicho, de su ausencia.

Diversos estudios han mostrado que la mera presencia de animales se asociaba con sentimientos de seguridad y distensión. Estos dieron sustento a lo que se conoce como la Teoría de la relación, la cual es una de las más renombradas al momento de intentar explicar los beneficios en la salud humana a partir de la convivencia con animales de compañía. Según esta teoría, los animales son capaces de inducir en lo inmediato un estado fisiológico de relajación a partir de atraer y mantener la atención de las personas.

Este fenómeno ha sido explicado a partir de un proceso evolutivo desarrollado durante millones de años, en que los primates antecesores de los humanos observaban el comportamiento de otros animales para detectar la presencia de peligro, depredadores, y la proximidad de comida y agua. Observar animales descansando o comportándose normalmente era una señal que indicaba falta de amenazas. Luego de la domesticación, observar a los perros tranquilos y sin agitación también habría sido tomado como señal de falta de peligro.

Esto debió ser reforzado a través de los miles de años que prosiguieron. De este modo, los humanos habríamos aprendido de manera no consciente a asociar la presencia de animales comportándose normalmente con ambientes seguros.

Así, tenemos un doble motivo para agradecer a nuestros animales. Por un lado, sus sentidos agudos y su entusiasmo por utilizarlos para advertirnos frente a eventuales peligros. Por otro, su serenidad, la cual nos indica implícitamente que no tenemos de qué preocuparnos.

Algunas personas me preguntaron si no me daba miedo seguir trabajando en el living de mi casa, el cual tiene el mismo tipo de cielorraso que había en la cocina y eventualmente podría caerse. Tengo planes de arreglarlo para prevenir que suceda, pero la verdad es que no me da miedo, porque tengo la seguridad y tranquilidad de que mis perras me avisarán poco antes de que ocurra.

Por Marcos Díaz Videla, Doctor en psicología, docente en Universidad de las Flores en Buenos Aires, autor de "Antrozoología y el vínculo humano y perro".